No tengo muy claro cómo escribir este artículo para que no sea interpretado erróneamente así que supongo que lo mejor será intentar aclarar el concepto desde el principio: Esto va única y exclusivamente de deporte. Nada más.
Y aclaro esto porque este artículo de opinión sirve básicamente para criticar las nacionalizaciones masivas que se están dando en los últimos años en el mundo del deporte. Se están dando en España y se están dando en el resto del mundo. Por eso durante todo el artículo me estaré refiriendo al deporte en general, no sólo a este país. De hecho, los ejemplos que ponga, si los hay, trataré en lo posible que se refieran a otros países para que nadie se sienta ofendido ni piense que señalo con el dedo a esta o aquella persona. Eso no significa que justifique lo que se pueda hacer aquí mientras critico lo que se hace en otras partes.
En ese sentido sí me preocupa la hipocresía de ciertos representantes institucionales que mientras lamentan amargamente las nacionalizaciones de otros países en unas pruebas, alaban las realizadas por España “porque las nuestras son distintas”, o evitan hablar del origen de los deportistas nacionalizados restándole importancia al mismo detalle que tanto les molesta en otros casos. De acuerdo que para nuestras abuelas todos somos los más altos, los más fuertes y los más guapos, pero un poquito de objetividad, por favor.
Hay Nacionalizaciones y Nacionalizaciones
No todas las nacionalizaciones me parecen mal. Quiero decir, no es lo mismo esa niña que nació donde sea y siendo pequeña sus padres se fueron a vivir a otro lugar del mundo. Allí ella empezó a practicar deporte mientras crecía y se arraigaba. Me parece lógico que esa niña, ya adulta, pueda querer competir por el país donde lo hace habitualmente.
De la misma manera que no me parece tan bien ese otro niño con doble nacionalidad que, viviendo en uno de los países, elige competir por el otro con el simple objetivo estratégico de tener más posibilidades de alcanzar el equipo nacional, porque se trata de un país con menos competencia interna.
Volviendo a las nacionalizaciones, las que critico son las que se producen única y exclusivamente con criterio deportivo. Voy a aquel país, cuna de futbolistas, velocistas, saltadores o lo que sea y nacionalizo a golpe de talonario, sin arraigo, sin papeleos, sin exámenes de nacionalidad, sin periodos de residencia. Eso no es reírse sólo del deporte, sino de los tantos extranjeros que día a día buscan la nacionalización dejándose tiempo, dinero y esfuerzo en lograrla.
Y critico sobre todo, y muy amargamente, esas nacionalizaciones que se producen en deportistas que ya han representado a otros países (el suyo u otro). Pongo un ejemplo de lo que digo: La gimnasta Oksana Aleksandrovna. Compitió internacionalmente por la URSS hasta el 91. En Juegos Olímpicos lo hizo por el Equipo Unificado en el 92 y desde 1993 representó a Uzbekistán. Hasta aquí normal, en el fondo son lo mismo en distinta situación política. El asunto se enreda cuando en 2006 Aleksandrovna toma la nacionalidad alemana y representa a este país en las competiciones internacionales incluidos los Juegos Olímpicos. Pero la cosa no termina aquí. Resulta que en 2012 abandona este país y vuelve a representar a Uzbekistán. ¿Perdón?
No seré yo la persona con mayor sentimiento nacional ni la que más se parta el pecho por su país ni por ninguno, pero vamos… no creo que la nacionalidad sea algo que se cambia como quien cambia de maillot.
Las Federaciones deben cambiar de política o de competiciones
Creo que este es uno de los pocos aspectos que envidio del fútbol. Aunque en las categorías inferiores sí que se puede competir por distintas nacionalidades, una vez que se alcanza el equipo “absoluto” el futbolista debe tomar una decisión. En cuanto dispute un solo minuto de competición oficial con una selección ya no podrá representar a ninguna otra, sin importar el tiempo que haya estado en el campo ni el número de nacionalidades que posea por nacimiento o por arraigo.
No es que le tenga manía a esto de las nacionalizaciones porque sí (o tal vez sí), pero es que considero que con este tipo de prácticas las competiciones por países pierden todo el sentido. En su lugar organicemos competiciones por equipos y que cada cual lleve a quien le dé la absoluta gana sin necesidad de que ese alguien tenga que acogerse a otra nacionalidad, sin que tenga que celebrar con una bandera que no es la suya, sin que tenga que cantar un himno que no es el suyo.
Desde mi punto de vista las federaciones deberían aplicar algún tipo de limitación. Una la que indico más arriba. Otra que en los equipos (entendiendo como tal también al conjunto de deportistas aunque compitan de forma individual – atletismo, tenis, vela… – ) haya un número máximo de personas que hayan sido nacionalizadas en edad adulta (será raro nacionalizar por motivos deportivos a un niño de 10 años, pero a los 16 igual ya…).
Lo digo, entre otras cosas, porque es un poco ridículo ver un partido de vóley playa donde una pareja “qatarí” habla en portugués durante los tiempos muertos. O que en el podio de un campeonato europeo de cross no haya ni un solo deportista nacido en Europa.
Insisto, para hacerlo así, mejor torneos por equipos y todos tan amigos, sin traumas.
Lo peor de todo esto es que, salvo algunos casos donde la biología tiene algo que ver, en la mayor parte de los casos lo importante no es el lugar de origen, es el lugar de entrenamiento, el nivel de exigencia, la filosofía de trabajo…
Un chino, por ser chino, no juega bien al tenis de mesa. Una rusa por ser rusa no es buena gimnasta. Una húngara por ser húngara no es buena nadadora. Detrás del buen hacer en el deporte hay otras muchas cosas aparte del pasaporte.
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