La primera competición de salto de esquí se celebró en Trysil, Noruega, en 1862. Aunque se dice que el primer salto fue realizado por el noruego Sondre Norheim, dos años antes.
En la segunda mitad del siglo XIX Noruega propulsó el salto de esquí. En las fiestas populares era muy habitual presentar algunas disputas de salto, puesto que era visto como una forma de diversión, más que como una disciplina profesional.
No fue hasta 1892 que la modalidad fue considerara deporte oficial por Óscar II, gobernante de Suecia y Noruega, de la dinastía Bernadotte. Por tanto, nació el torneo anual “Copa del Rey”.
La primera colina para pruebas de saltos de esquí se construyó en Holmenkollen y el salto más largo fue realizado por Arne Ustvedt (21,5 metros).
Con el paso del tiempo los saltos se han ido profesionalizando. Hay nuevas normas, clasificaciones de viento y muchas otras innovaciones técnicas y tecnológicas que antes no existían. Y, por supuesto, también ha cambiado el equipo que utilizan los saltadores en las competiciones.
Los saltos de esquí tras la década de 2000 se volvieron más mediáticos en muchos países europeos. La popularidad ha aumentado tanto que hoy en día los patrocinadores hacen cola para participar en futuros torneos.
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A lo largo de la historia de estos saltos, nadie había soñado con llegar al punto en el que nos encontramos hoy. Así que vamos a conocer más sobre el desarrollo de los saltos de esquí en los inicios de su existencia.
Expansión del Salto de Esquí en el Siglo XIX
Tras la búsqueda de trabajo, los inmigrantes noruegos introdujeron el salto de esquí en los Estados Unidos. En 1887 se celebró la primera competición y logró rápidamente el reconocimiento internacional. Así fue ganando popularidad en Finlandia, Suecia, Noruega, Austria, Suiza y, por supuesto, en Norteamérica.
Polonia también fue conquistada por los saltos. De hecho, en este país se celebran torneos mundiales de salto de esquí desde 1908. El primero se realizó en Sławsko y el local Leszek Pawłowski se llevó la victoria.
Los polacos se convirtieron en expertos en construir trampolines de salto bastante pronunciados. El primero se construyó en 1910, en Lviv. Y el más imponente, para aquellos tiempos, se inauguró el 8 de marzo de 1921 en el valle de Jaworzynka.
Los primeros Juegos Olímpicos de Invierno se celebraron en febrero de 1924 en Chamonix. El noruego Jacob Tullin Thams conquistó la medalla de oro en salto de esquí. Alcanzó una distancia de 49 metros dos veces, utilizando un innovador estilo de salto en el que estaba fuertemente inclinado hacia adelante.
En los IV Juegos Olímpicos de Invierno en Garmisch-Partenkirchen, el polaco Stanisław Marusarz saltó 73 y 75,5 metros, respectivamente. Ese mismo año en Planica se rompió la barrera de los 100 metros. Lo hizo el austriaco Josef Bradl, que ese día saltó 101,5 metros.
El salto de esquí ha ido evolucionando a lo largo de los años. Al comienzo, los deportistas saltaban de pie, con el impulso y agitación de las manos. En los años 20 se empezó a adoptar una postura corporal que permitía movimientos más aerodinámicos, inclinándose hacia adelante. Tras la 2ª Guerra Mundial, en los años 50, se mantenían los brazos estirados delante del cuerpo y, después, a lo largo del torso, una técnica que se mantiene vigente (fue usada por Helmut Recknagel, campeón olímpico en 1960).
La última gran revolución ha sido el cambio de posición de los esquís. Fue iniciado en 1985 por el sueco Jan Boklöv, que fue el primer saltador de éxito internacional con el estilo «V» (los esquís no están paralelos entre sí durante el vuelo, sino que forman una V).
En los 90, las pistas de salto de esquí comenzaron a equiparse con esteras de plástico, lo que permitió practicar los saltos durante todo el año.
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